Sandra nació en Mérida, tiene 23 años y ahora vive en Pachuca, pero desde los 16 años decidió decirle a su familia “que este cuerpo es de hombre y no me pertenece, porque yo soy mujer”, expone, situación que la llevó a que algunos de sus familiares la rechazaran y le dieran la espalda.
Esto no impidió que iniciara su proceso de cambio de género y acudió a la Ciudad de México, en donde lleva su proceso hormonal con la que ha comenzado esta transformación, además de algunas cirugías que ha realizado para cambiar su estructura física y se sienta más segura de ella, “porque me arreglo, porque me encanta ser mujer y porque deseo que en algún momento no tenga que ser discriminada o escuche comentarios sobre mí que me hagan tener que renunciar a un trabajo, por ejemplo”, dice.
Según Rafael Castelán Martínez, presidente de Servicios de Inclusión Integral y Derechos Humanos A.C (Seiinac) en Hidalgo, señaló que en el estado sí ha habido avances importantes a favor de la comunidad trans, “por ejemplo la ley aprobada hace 3 años que impulsa el reconocimiento de la comunidad trans, por lo que somos parte de los 14 estados que ya tienen esta ley y es un avance importante.
“Sin embargo, sigue viendo una deuda, que la población trans es la más invisibilizada, son más discriminadas y, de acuerdo al Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), por cada diez mujeres trans que manifestaron su identidad de género, cuatro han atestiguado que han sido discriminadas y, al menos seis de cada diez, siempre encuentran rechazo de las demás personas”, señala.
Sandra ya cuenta con su credencial de elector con su nombre, ya es reconocida como mujer, “aunque aún me faltan algunas cuestiones físicas que deseo cambiar, pero trabajo y reúno dinero para lograrlo, porque el cambio de sexo es caro”, dice.
Trabaja como diseñadora en una empresa en donde sus jefes son los únicos que saben que es una mujer trans, “y muchas veces me han propuesto que se haga una manta para colocar en la entrada y decir que es una empresa que respeta y está abierta a la diversidad de género, pero yo me he negado, porque eso es una ayuda para la comunidad”, asegura.
Castelán Martínez señala que, actualmente la barrera que se debe superar es la social, eliminar el mito de que las personas trans están enfermas, “porque en el campo de la psicología y de la medicina, e incluso para realizar ciertos procedimientos médicos requieren el documento de que presentan el trastorno denominado disforia de género”, asegura.
Éste es el término para describir una profunda sensación de incomodidad y aflicción que puede ocurrir cuando su sexo biológico no coincide con su identidad de género, “por lo que hay que quitar todas esas barreras para ellas, ellos y elles, que accedan al ejercicio de sus derechos”, expresa.
Sandra ha cambiado de lugar de trabajo, después de que ingresó una joven trans en proceso, por lo que recibió muchas críticas y afectaron a la mujer, “por lo que yo no pude soportarlo, porque la gente es ofensiva e insulta y creo que eso no es tener una calidad de vida ni de trabajo, pero eso sí, prefieren colocar su manta de la diversidad sexual afuera de la empresa”, concluyó.
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